El 23 de mayo de 1901, el fiscal general de París recibió
una carta anónima informándole de un secuestro, parte de la carta decía lo
siguiente:
“Tengo el honor de
informarle de un hecho de extrema gravedad. Hablo de una solterona que está
encerrada en la casa de Madame Monnier, medio muerta de hambre, y que vive en
una litera los últimos veinticinco años.”
Esto sorprendió a la policía, pues la casa era habitada por
Madame Louise Monnier Demarconnay y su hijo Marcel Monnier, licenciado en
derecho. Ésta era una familia de clase media alta, que fueron honrados en la
religión y con antepasados aristócratas de Poitiers. El señor Emile Monnier,
jefe de una facultad de artes locales, había fallecido en 1879. Por otra parte,
su hija de 25 años Blache Monnier había desaparecido sin dejar rastro, siempre
la describían como una mujer alegre y juguetona, de ojos grandes y brillantes y
de hermosa melena.
Cuando la policía llego a la casa de los Monnier, forzaron
la puerta. Éstas fueron declaraciones de uno de los agentes que acudió ese día:
Nos dieron la orden de
abrir la ventana del marco. Con gran dificultad, las cortinas oscuras cayeron
en una lluvia de polvo. Para abrir la ventana, había que sacarla de las
bisagras. Tan pronto como la luz entró, nos dimos cuenta de que había alguien
tumbado en la cama, con la cabeza y el cuerpo tapados por una manta
extremadamente sucia. Era una mujer que después fue identificada como
mademoiselle Blanche Monnier. Estaba tumbada completamente desnuda sobre un
colchón podrido; rodeada de una especie de corteza hecha de una mezcla de
excrementos, carne, pescado, verduras y pan, también podridos. Vimos insectos
que cruzaban la cama. El aire era irrespirable, el olor era tan asqueroso que
era imposible quedarnos más tiempo para continuar la investigación.”
La mujer estaba aterrorizada, fue envuelta en una manta y
trasladada a un hospital, donde los médicos no creían que sobreviviese. Su
madre, de 75 años, se encontraba en la sala de estar.
En el hospital, los trabajadores señalaron que la
secuestrada se complacía de ser lavada y poder respirar aire limpio. En cierta
ocasión dijo “¡Qué hermoso es!” pero no soportaba la luz.
Contra todo pronóstico, la joven no mostraba coraje por ver
a sus familiares.
La investigación posterior reveló, grosso modo, el motivo
del secuestro. Alrededor de sus veinticinco años, Blanche se enamoró de un
abogado anciano que vivía cerca. Su madre le prohibió la relación, pero la
joven enamorada desobedeció y decidió casarse con el abogado. Louise armo un
plan con su hijo Marcel para detener tal enlace. Una noche, Blanche fue
encerrada en una habitación, hasta que decidiese abandonar la idea de dicha
relación.
El tiempo pasó, y mientras Blanche estaba encerrada, el
abogado al que amaba murió en 1885. Durante todo ese tiempo, la niña fue
internada en la habitación, sola. Alimentándose de las sobras de su madre. Como
compañeros, las ratas. Ningún rayo de luz penetró en su mazmorra. Nadie puede
imaginar lo que sufrió.
Su hermano declararía que estaba loca y que nunca trató de
escapar pero según los vecinos, en ocasiones se oía a la joven gritar cosas
como “Policía” “libertad” o “¿Qué
he hecho yo para estar encerrada? No merezco esta horrible tortura. Dios no
debe existir si permite que sus criaturas sufran de esta manera.”
Como consecuencia de sus actos, Madame Monnier Demarconnay
fue detenida al día siguiente y encarcelada. Inmediatamente fue trasladada a la
enfermería de la cárcel, donde murió quince días después. Marcel Monnier fue juzgado y acusado de ser
cómplice de su madre. El 11 de octubre de 1901 fue declarado culpable y
condenado a quince meses de prisión. Rápidamente, Marcel apeló el veredicto y
la sentencia anunciada el 20 de noviembre de 1901 consideró que él nunca había
ejercido ninguna violencia sobre la mujer y, por tanto, fue absuelto y
liberado.
Blanche Monnier subió de peso con el tiempo pero jamás
consiguió recuperar la cordura. Murió en el hospital psiquiátrico Blois en
1913, doce años después de salir del cautiverio al que fue sometida.