Nuestros pensamientos, ideas y
conocimientos son portados por el cuerpo mental. Su vibración es mayor que la
del cuerpo etérico y el cuerpo emocional, y su estructura es menos compacta.
Una persona poco desarrollada
mentalmente tiene un cuerpo mental con la apariencia de una sustancia blanca y
lechosa. Los pocos colores que existen son apagados y sin brillo, relativamente
opacos. Por el contrario, una persona mentalmente desarrollada tendrá colores
más claros e intensos.
Posee una octava mayor y otra
menor. Sus frecuencias menores se manifiestan en el pensamiento lineal, a
través del cual, la mayoría buscan la verdad. Esta actividad racional se basa
en percepciones del plano físico: Sus sentidos recogen información que
transmiten al cuerpo emocional por medio del cuerpo etérico; el cuerpo
emocional transforma la información en sentimientos y lo retransmiten al cuerpo mental, que reacciona con la formación de pensamientos verbales.
Debido a la influencia del cuerpo
emocional, las informaciones se distorsionan
y el pensamiento queda teñido, tendemos a enjuiciar los acontecimientos.
Por ello, no es imparcial ni objetivo.
La auténtica función del cuerpo
mental es recoger las verdades universales e integradas con el entendimiento
racional y lleva a una solución del problema en consonancia con las leyes
universales.
Los conocimientos que nos llegan de
esta forma, llegan del plano espiritual de nuestro ser, los cuales se
manifiestan como intuiciones repentinas.
Nos permiten mirar al interior de
la auténtica naturaleza de las cosas y tienen una estructura holográfica.
El acceso a la octava superior del
cuerpo mental lo encontramos en la unión del chakra frontal con el chakra
coronal. Si el cuerpo mental está plenamente desarrollado, se convierte en un
espejo del cuerpo espiritual, y el hombre realiza en su vida la sabiduría y el
conocimiento integral del yo superior.
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