jueves, 4 de febrero de 2016

"Cuando todo se empezó a derrumbar apareció un ángel; un ángel de color rojo, con grandes alas blancas que tenían un brillo espectacular. 
Toda ella era luz.
Quién sabe por qué, decidió quedarse a mi lado. Decidió que mi sonrisa y mis sueños no se hundiesen en las ruinas de tu recuerdo.
Quién sabe si ya sabía las terribles consecuencias de apagar su luz; desplumar, poquito a poco, sus lindas alas (ahora salpicadas por el barro de este lúgubre lugar al que llamo corazón.) Su pura piel era un museo de guerra y a sus ojos se les acabó la esperanza.
Pero seguía ahí, luchando las batallas que siempre quise ganar, 
luchando por mí cuando ni yo apostaría por mí. Gastó su energía para llevarse solo un bello gesto, como un abrazo sincero. Aunque nunca le di los que merecía.
Faltó muy poco para matarla. Todo por no querer dejar tus ruinas, por no haber querido ver su esencia. Por no querer asumir que podría amarla tanto, que tus ruinas serían mero polvo.
Pero yo, yo no dejé de mirarte y un día se acabo su paciencia y sus consejos. Se cansó de que no la mirase. Vio que mi felicidad está en tus ruinas, me armó de valor; me dio las fuerzas que me faltaban. Me abrazó.
Se sacudió las alas con la calma y la clase que sólo posee un ángel, y se fue.
Según comenzó su vuelo, yo me sentí aun peor que ella, si cabe.
Ella volvió a brillar y pude oír su risa. 
Ella podía volver a brillar sin que la miren. 
Yo me quedé en la más triste oscuridad sin su luz, entre ruinas que intento reconstruir.
Dejé escapar algo que no es de este mundo por estar a tu lado. Deberías valorarlo como lo hizo ella. 
Deberías mirar a quien te mira como si fueses de otro mundo. Porque, posiblemente, quien te mire así no sea de este planeta."

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