AL OTRO LADO DEL TELÉFONO
Era un matrimonio con tres hijos, gente muy importante con muchos compromisos sociales. Cada vez que salían dejaban a sus hijos con una niñera, una chica de la misma urbanización, muy guapa, alocada, pero que siempre cuidaba muy bien de los chicos. Esa noche, como otras tantas noches, jugo un rato con los niños y los acostó. Se hizo unas palomitas y se puso a ver una película y subió mucho el volumen.
Suena el teléfono:
- Dígame, hola, ¿me escucha?
Nadie contestaba, a duras penas escuchaba una respiración y una risa contenida. Así que cabreada la niñera colgó el teléfono.
Pero una y otra vez el teléfono sonaba y sonaba, y ella solo escuchaba esa risa de fondo. Muerta de miedo y desesperada llamo a la Policía. La operadora de la Policía le dijo que había puesto un desvío de su línea a la central y que lo único que tenia que hacer era entretener a aquel desconocido y en la central podrían localizar la llamada.
Un rato después el teléfono volvió a sonar. Esta vez ya era una carcajada histérica, sádica, como la de las películas de terror.
-Pare reír por favor, ¿Qué le he hecho yo?
Pero aquel hombre no paraba de reírse cruelmente.
Cinco minutos después el teléfono volvió a sonar:
-Habla la Policía. ¡Salga inmediatamente de la casa! Las llamadas que esta recibiendo provienen de dentro de la casa. Hemos mandado una patrulla. ¡Salga ya!
Se le cayó el teléfono de las manos, le recorrían gotas de sudor frio. No podía correr, las piernas no le respondían. Cuando logro echar a correr, subió por la escalera para coger a los niños que estaban en la planta de arriba pero no termino de subir cuando aquella maldita carcajada sádica la paro en seco. Al final de las escaleras, junto a la puerta de la habitación de los niños estaba un hombre alto vestido con un mono blanco lleno de manchas rojas y en su mano un cuchillo ensangrentado.
El miedo se apodero de ella, quiso gritar y no pudo, se tropezó mientras intentaba llegar a la puerta, intento abrirla, se le cayeron las llaves, y mientras esa risa de fondo, sonaba cada vez mas cerca, mas fuerte, el asesino se acercaba con una lentitud tan extrema como cruel y premeditada.
Al fin la muchacha consiguió abrir la puerta y al salir a 50 metros estaba el coche de policía. Descubrió con asombro como el asesino no la seguía. La Policía entro en la casa, jamás encontraron al asesino, lo mas probable es que escapara por una ventana, pero aquellos agentes vieron en el cuarto de los niños algo que los marcaría de por vida.
Aquel asesino había cometido verdaderas atrocidades con esos tres niños, cosas demasiados macabras. También había unos pañuelos que había utilizado como mordaza y habían impedido a los niños poder gritar. La niñera escuchaba la película con el volumen muy alto no escucho nada, el psicópata aprovechaba los “descansos” mientras torturaba y asesinaba a los niños para llamarla por teléfono y reírse de ella mientras el estaba a pocos metros acabando con la vida de los niños.
Nadie contestaba, a duras penas escuchaba una respiración y una risa contenida. Así que cabreada la niñera colgó el teléfono.
Pero una y otra vez el teléfono sonaba y sonaba, y ella solo escuchaba esa risa de fondo. Muerta de miedo y desesperada llamo a la Policía. La operadora de la Policía le dijo que había puesto un desvío de su línea a la central y que lo único que tenia que hacer era entretener a aquel desconocido y en la central podrían localizar la llamada.
Un rato después el teléfono volvió a sonar. Esta vez ya era una carcajada histérica, sádica, como la de las películas de terror.
-Pare reír por favor, ¿Qué le he hecho yo?
Pero aquel hombre no paraba de reírse cruelmente.
Cinco minutos después el teléfono volvió a sonar:
-Habla la Policía. ¡Salga inmediatamente de la casa! Las llamadas que esta recibiendo provienen de dentro de la casa. Hemos mandado una patrulla. ¡Salga ya!
Se le cayó el teléfono de las manos, le recorrían gotas de sudor frio. No podía correr, las piernas no le respondían. Cuando logro echar a correr, subió por la escalera para coger a los niños que estaban en la planta de arriba pero no termino de subir cuando aquella maldita carcajada sádica la paro en seco. Al final de las escaleras, junto a la puerta de la habitación de los niños estaba un hombre alto vestido con un mono blanco lleno de manchas rojas y en su mano un cuchillo ensangrentado.
El miedo se apodero de ella, quiso gritar y no pudo, se tropezó mientras intentaba llegar a la puerta, intento abrirla, se le cayeron las llaves, y mientras esa risa de fondo, sonaba cada vez mas cerca, mas fuerte, el asesino se acercaba con una lentitud tan extrema como cruel y premeditada.
Al fin la muchacha consiguió abrir la puerta y al salir a 50 metros estaba el coche de policía. Descubrió con asombro como el asesino no la seguía. La Policía entro en la casa, jamás encontraron al asesino, lo mas probable es que escapara por una ventana, pero aquellos agentes vieron en el cuarto de los niños algo que los marcaría de por vida.
Aquel asesino había cometido verdaderas atrocidades con esos tres niños, cosas demasiados macabras. También había unos pañuelos que había utilizado como mordaza y habían impedido a los niños poder gritar. La niñera escuchaba la película con el volumen muy alto no escucho nada, el psicópata aprovechaba los “descansos” mientras torturaba y asesinaba a los niños para llamarla por teléfono y reírse de ella mientras el estaba a pocos metros acabando con la vida de los niños.
Esta historia es espeluznante, espero que no sea real, me ha puesto los pelos de punta
ResponderEliminar