Esta historia se remonta al siglo
XVII, en concreto, a la época de Jaime I.
Elizabeth Sawyer, conocida como la
bruja de Edmonton, era una mujer pobre que se convirtió en el foco de atención de
la población porque creían que era bruja. Los lugareños afirmaban que había
hechizado a sus hijos y al ganado por haberse negado a comprar sus escobas.
Se dice que Agnes Radcliffe (un
aldeano) golpeó a uno de los cerdos de Sawyer al ver que se comió parte de su
jabón. La supuesta bruja al ver esto, lanzó un poderoso conjuro. Esa misma
noche Radcliffe se puso malo, comenzando a echar espuma por la boca hasta que
finalmente murió.
Sawyer fue encarcelada y
posteriormente interrogada por el reverendo Goodcode, cuyos métodos implacables
consiguieron que al final confesara.
Sawyer admitió que un día el diablo
se le apareció en forma de perro negro con ojos rojos relucientes, para
ofrecerle un pacto: obediencia a cambio de su alma. Y ella, lo aceptó. El pactó
se selló cuando la bestia bebió la sangre de Sawyer.
En el juicio, 3 mujeres afirmaron
que el cuerpo de Sawyer tenía la marca de una bruja, una señal que el diablo
había hecho en su cuerpo.
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