lunes, 16 de julio de 2018

¿Estamos solos?



El ser humano está solo, muy solo, y eso da miedo, un pavor sin límites. Cuando miramos en nuestro interior contemplamos ese ser en medio de un caos, de un caos ordenado, que está lejos de todas partes, que no se entiende a sí mismo, que no se conoce, que es como mirar a un ser desconocido, y ese ser, que somos nosotros, pendidos de un hilo en medio de un abismo cósmico, se siente solo, una soledad terrible, una que es insoportable. Por eso el ser humano se viste de miles de colores, se pone cientos de caretas y pelucas, adquiere capas aceptables por los otros solitarios. Entre todos esos solitarios disfrazados se forma una comuna, se inventan reglas de juegos y juegos, para la aceptación, para sobrevivir en masa, para no sentir ese vacío incapacitante.

Es paradójico, no es una soledad real, no tan real, porque todos formamos parte de algo superior y somos ese algo superior que partes más pequeñas forman. Esa soledad se siente cuando nos asomamos y no profundizamos, cuando nos dejamos llevar por el miedo, por el desconocimiento. El viaje interior es tan vasto como el exterior, exactamente igual, y eso es interminable, por lo que siempre habrá miedos, desconocimiento, que se harán cada vez más sofisticados, más sublimes, pero que serán semejantes en grado. Esa soledad volverá una y otra vez a martillear nuestra alma, a dejarnos tirados, a hacernos buscar soluciones rápidas, como una huida hacia delante.

La única solución a este ciclo interminable de miedos, soledades, es la humildad, ser humildes de verdad. Ante ese ciclo de sentirse tremendamente solos cuando buceamos en el interior, huir para no sentirlo, sentirnos fuera de todo lugar cuando hemos huido y volver a bucear, y comenzar de nuevo, la única solución es una humildad auténtica, la que nos haga aceptar esa realidad, nuestra realidad, nuestra soledad y además nuestra verdadera pertenencia a un universo que nos contiene. La soledad, no lo olvidemos, es la enfermedad de los dioses, la que hace que se vuelvan creadores o destructivos, destructivos y creadores.

¿Estamos solos? Sí, mucho, muchísimo, y no, nunca lo hemos estado.

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